29 de agosto de 2011

Un ensayo sobre comunicación, lenguaje y antropología


En busca del objeto de perdido

A cuatro décadas de la creación del
Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación
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Felipe López Veneroni*

Comienzo por confesar mi resistencia a la denominación de nuestro Centro: con lo de “estudios en comunicación” habría sido suficiente, de la misma manera que hay un centro de estudios sociológicos (y no en ciencias sociológicas), o bien, un centro de estudios latinoamericanos (y no en cienciaslatinoamericanas). ¿Por qué hemos de llamar al nuestro “Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación”, cuando no hacemos epistemología, ni analizamos las propiedades formales de los conceptos, ni estudiamos la correspondencia lógica entre la estructura de un modelo teórico y su operación metodológica?[1] ¿Qué tendría de malo, ateniéndonos a la prudencia que aconseja la navaja de Ockham, llamarlo simplemente Centro de Estudios en Comunicación?
      Si bien es un detalle aparentemente de forma, encierra un fondo que resulta más interesante: nos narra la transición de un espacio originalmente pensado para la formación de periodistas y el análisis del periodismo que de repente, como le pasó a Colón, se topó con un nuevo objeto que resultó todo un Continente. Al desdoblarlo, sorprendió su vastedad y las múltiples direcciones en las que apuntaba parecían convertirlo en algo inasible. Quizás por eso todavía no nos atrevemos a cortar el cordón umbilical que creemos liga nuestro objeto al estudio específicamente a los medios de información, difusión y entretenimiento.
       El tránsito del periodismo a la comunicación no significa una mera desprovincialización académica, que se habría logrado al ampliar el rango de un campo—el de la prensa escrita—a otros medios: radio, televisión, cine y, más recientemente, a todo ese cúmulo de nuevas tecnologías que, en apariencia, poseen el don de la ubicuidad y de cuyas implicaciones ya nos había advertido Borges[2]. Supone, más bien, reconocer que se ha salido de un territorio relativamente bien delimitado para entrar en un bosque cuya verdadera dimensión está oculta por sus propios árboles, o en un páramo engañosamente llano y liso, pero que en realidad está repleto de oquedades y arenas movedizas.
     El desdoblamiento de este nuevo territorio es una virtud de la riqueza temática y conceptual de lo comunicativo, no un defecto. Sin embargo, parecería que nos resistimos a explorarlo más allá de sus senderos convencionales. Nos sigue costando mucho trabajo entender que nuestro objeto de estudio no reverbera estático en las ondas electromagnéticas, ni está prensado en las primeras planas de los diarios, o digitalizado como código binario en un programa cibernético, sino que se encuentra vivo—y siempre lo ha estado—en la complejidad simbólica que anida en la palabra.[3]
     El itinerario al que nos invita la exploración de este nuevo territorio es el desfetichizar la comunicación. ¿Qué se quiere decir con esto? En principio y a semejanza de la crítica de Marx a la concepción del valor de las mercancías propuesto por la economía política clásica[4], implica dejar de ver la comunicación como una sustancia inmanente a las tecnologías de difusión y comenzar su reconstrucción—histórica[5] y antropológica[6]—como propiedad inalienable del sujeto, es decir, como una práctica constitutiva de la realidad social, expresada en la compleja multiplicidad de las interacciones colectivas.
     Puede ser que nuestra disciplina, o nuestras disciplinas, sean relativamente nuevas. La comunicación, en cambio, no lo es. Conforme avanzamos en el tiempo, más advertimos que debemos retroceder en él. Tampoco saldría sobrando una operación análoga a la que emprendió Durkheim en el campo sociológico, no para imitar a la sociología, sino para replantear, desde nuestra óptica, lo que podríamos denominar las formas elementales de la vida comunicativa.
     Supongo que no faltará quien quiera ver en el arte rupestre de Altamira el prototipo neolítico del cinematógrafo, o bien un antecedente de los documentales que transmite Animal Planet. Sin embargo, me parece que la cosa va por otro lado. Descubrir la complejidad de un objeto que todavía está por constituirse, nos llevaría al reencuentro de la comunicación con los debates en torno de la teoría social. No podemos pensar la posición que ocupa nuestro objeto y sus posibles trayectorias, sino como parte interactiva de un campo de relaciones conceptuales que definen—y que se definen en—la investigación de los problemas sociales en su conjunto. En todo caso, me parece debemos ver la comunicación como una propiedad consustantiva del sujeto humano y no como privilegio tecnológico de una época.

Lectura Lévi-Strauss

El campo de la antropología

11 de agosto de 2011

La construcción del objeto

A partir de la página 8 encontrarán el texto de "La construcción del objeto"




El Oficio de Sociologo-Bourdieu

9 de agosto de 2011

Lectura Geertz

Géneros confusos

8 de agosto de 2011

PROGRAMA DE LA MATERIA Y BIBLIOGRAFÍA BÁSICA


Programa de la materia Teorías de la Comunicación III, correspondiente al plan de estudios vigente para la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México
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Presenta: Mtro. Felipe Neri López Veneroni

I Comentarios introductorios
El tercer curso de teorías de la comunicación está orientado al análisis de las formas más novedosas de las tecnologías de la información y su efecto social, pero adolece de un elemento fundamental: prácticamente no hay referencia (o cuando menos no de manera sistemática) a los marcos teórico-conceptuales y los elementos metodológicos que se derivan de éstos, para emprender dicho análisis. Se enuncia de manera muy general una serie de fenómenos coyunturales, como la globalización, el desarrollo de nuevas tecnologías/medios de transmisión, codificación y recepción de información y la transformación del sistema económico de mercado, pero no hay una ubicación conceptual específica, ni una referencia a las diferentes escuelas de pensamiento desde donde se puede llevar a cabo el estudio de estos fenómenos coyunturales, o bien, de fenómenos comunicacionales más amplios, como las prácticas y los intercambios lingüísticos y simbólicos, que sustentan todo acto/acción comunicativos.
     En la medida en que la materia tiene un componente específicamente teórico, resultaría indispensable que su enfoque formal haga referencia, precisamente, a las escuelas de pensamiento que, desde los diferentes campos de la teoría social, han sistematizado posturas específicas para la investigación ya sea de fenómenos coyunturales—como los que plantean las nuevas tecnologías de la información—o bien de problemas de investigación históricamente más consolidados. En este sentido, no es lo mismo investigar un fenómeno como, por ejemplo, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s), desde la óptica teórica del estructuralismo y el análisis semiótico, que desde la teoría de la acción comunicativa, o bien, desde la perspectiva del habitus de Pierre Bourdieu o de ladualidad de la estructura, de Anthony Giddens.
     Por otra parte, mal haríamos en suponer que las proposiciones teórico-conceptuales y metodológicas de autores como Max Weber (y su método comprensivo), Anthony Giddens o Pierre Bourdieu son privativas de la sociología o la ciencia política. Por el contrario, la idea fundamental de una teoría es que se abre a un amplio rango de fenómenos y que si bien puede hacer hincapié en formas específicas de interacción social, no quiere decir que no puedan ser aplicadas a otros campos del conocimiento de lo social. Aun cuando Weber, por ejemplo, centró muchos de sus estudios en el problema del poder, la racionalidad burocrático-administrativa y el Estado, el concepto de la tipología de la acción que desarrolló como fundamento teórico del método comprensivo es uno de los principales componentes de la Teoría de la Acción Comunicativa, de Jürgen Habermas, la que a su vez no se limita únicamente al campo de lo comunicativo, sino que implica toda una reconstrucción crítica de la teoría social en su conjunto.
     En este sentido, no considero que se pueda hablar de una teoría de la comunicación como algo opuesto o esencialmente distinto a una teoría sociológica o a una teoría política. Más bien, podemos pensar en que hay teorías funcionalistas, o fenomenológicas, o estructuralistas que abracan o procuran abarcar la mayor cantidad de campos del conocimiento posibles, en virtud que estos campos más que reflejar una división “real” del mundo de lo social, son el producto de determinados procesos de abstracción conceptual y producto, en buena medida, de la construcción de modelos teóricos[1].
     Si bien resultaría temerario suponer que un curso se pueden ver a profundidad todas las corrientes teóricas y sus autores más representativos, no es del todo imposible diseñar un programa, didácticamente esquematizado, que ofrezca un panorama amplio e introductorio de las grandes tendencias o tradiciones de la teoría social, dentro de las que se enmarcan las diferentes teorías “regionales” de la comunicación (i.e., imposible entender a Laswell si no se entienden los presupuestos fundamentales del funcionalismo, o bien, imposible entender a Habermas si no se tiene una noción del concepto de “acción” y la conexión hermenéutico-comprensiva con su sentido).
     Un primer ejercicio en esta dirección, consistiría en ubicar históricamente el surgimiento de estas distintas corrientes de pensamiento y categorizarlas inicialmente, por ejemplo, en aquellas que se orientan hacia la investigación de sistemas y estructuras (funcionalismo, teoría de sistemas, estructuralismo); aquellas que, por el contrario, se orientan hacia la interacción práctica y casuística (la teoría de la acción, la fenomenología y la sociología del conocimiento)[2] y aquellas más recientes que, como Bourdieu, Habrmas y Giddens, buscan fusionar ambos horizontes en lo que podríamos denominar teorías de tercer orden. Esta agrupación se puede complementar con el tipo de conocimiento al que aspiran: analítico formal, hermenéutico-comprensivo o crítico-dialéctico que, a su vez, se expresa en los modelos metodológicos que han desarrollado.
     Una visión de esta naturaleza permitiría al alumno de quinto semestre tener un horizonte de referencia útil para que, en la medida en que avance en su formación académica y se acerque a la etapa terminal, pueda optar por alguna de las corrientes que le sean de mayor utilidad, dependiendo del tipo de trabajo recepcional que desee llevar a cabo.


II.  Programa de la materia Teorías de la Comunicación III
Quinto semestre de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM
  • Duración del curso: semestral
  • Sesiones: cuatro horas semanales, a modo de seminario
  • Mecánica: El curso se lleva a cabo con base en lecturas, participación y debate de los asistentes.
  • Evaluación: Participación en clase; entrega de controles de lectura y dos exámenes parciales: uno a mitad del curso y el segundo, al final.